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quinta-feira, 21 de novembro de 2024

A Terceira Guerra Mundial [por Fabrizio Mejia]




“Es más fácil imaginar el fin del mundo que el fin del capitalismo”, dijo célebremente el teórico de las artes, Frederick Jameson. Es una frase que describe el clima posterior a la caída del Muro de Berlín y la extinción de la Unión Soviética. No obstante que Rusia, los Estados Unidos, China, India, Pakistán o Israel seguían teniendo cabezas nucleares, la desaparición del socialismo soviético como régimen terminó con el imaginario de una destrucción final. Es como si una Rusia capitalista fuera menos peligrosa que una soviética. Como si Estados Unidos, que ha sido el único país en arrojar dos bombas nucleares contra poblaciones civiles, ya no tuviera la motivación para volverlo a hacer. Si lo piensan es demencial que nos hayamos olvidado de que seguñian existiendo las armas nucleares sólo porque una de sus partes en conflicto adoptó el capitalismo como modelo económico.

Durante medio siglo, el mundo fue capaz de imaginar una guerra, la nuclear, que sólo podía simularse porque, de existir, sería el final de la humanidad y del planeta. Tras el final del socialismo existente, comenzó a recorrernos otro tipo de desenlace, ya no tan abrupto como las nubes radioactivas de hongos nucleares que arrasaban con todo a su paso, sino el cambio climático con la extinción paulatina de todas las especies, costas que desaparecían, indundaciones y sequías donde nunca antes habían existido. Pero en días pasados, el permiso del Presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, para que Ucrania atacara a Rusia con misiles dirigidos satelitalmente de origen estadunidense, puso de nuevo en la mirada colectiva la posibilidad de la guerra nuclear, la tercera y última de la humanidad. Sin embargo, el anuncio no generó la angustia que hubiera desencadenado en, por ejemplo, 1983. Seguimos hablando del G-20, de si Trump tenía o no mayoría del voto popular, de si Javier Milei se humilló ante Lula. ¿Por qué hicimos como que la amenaza no era tan real como en 1962 con la crisis de los misiles en Cuba? ¿Por qué decidimos voltear para otro lado en espera de que Trump y Putin se pongan de acuerdo para pacificar Europa? ¿Por qué, en vez de salir a protestar a las calles, las poblaciones de Finlandia y Suecia se dedicaron a leer los folletos de sus gobiernos en caso de un ataque nuclear? ¿De dónde nos salió esa capacidad de negar el peligro evidente? Esa pregunta es la que trataré de explorar en esta videocolumna.

Lo primero que debo decir es que el término “guerra fría”, que terminó por designar un periodo de medio siglo de la humanidad, fue acuñado por George Orwell en un artículo de periódico del 19 de octubre de 1945 llamado “Tú y la bomba atómica”. El que más tarde nombraría al totalitarismo como Gran Hermano y a la propaganda como “neolingua”, habló en este texto de un nuevo concepto. Escribe Orwell: “Por varios indicios se puede deducir que los rusos aún no poseen el secreto de fabricar la bomba atómica; por otra parte, la opinión generalizada parece ser que la poseerán dentro de unos años. Así pues, tenemos ante nosotros la perspectiva de dos o tres superestados monstruosos, cada uno de los cuales posee un arma mediante la cual millones de personas pueden ser aniquiladas en unos pocos segundos, dividiendo el mundo entre ellos. Se ha asumido bastante apresuradamente que esto significa guerras más grandes y sangrientas, y tal vez el fin real de la civilización maquinista. Pero supongamos (y en realidad éste es el acontecimiento más probable) que las grandes naciones supervivientes lleguen a un acuerdo tácito de no utilizar nunca la bomba atómica unas contra otras. Supongamos que sólo amenazan o la utilizan contra personas que no pueden tomar represalias. En ese caso volvemos a donde estábamos antes, con la única diferencia de que el poder se concentra en menos manos y que las perspectivas para los pueblos sometidos y las clases oprimidas son aún más desesperadas”. Sigue Orwell en 1945: “Cualquiera que haya visto las ciudades en ruinas de Alemania encontrará la idea de la destrucción de la humanidad al menos imaginable. Sin embargo, si se mira el mundo en su conjunto, durante muchas décadas la tendencia no ha sido hacia la anarquía sino hacia la reimposición de la esclavitud. Puede que no estemos encaminados hacia un colapso general, sino hacia una época tan terriblemente estable como los imperios esclavistas de la antigüedad. El tipo de visión del mundo, el tipo de creencias y la estructura social que probablemente prevalecerían son las de un Estado que fuera a la vez INCONQUISABLE y en un estado permanente de “guerra fría” con sus vecinos. Se prolongará indefinidamente una paz que no es paz”.

Orwell había dado en el clavo de lo que significaría una guerra final, la tercera, que no podía ser llevada a cabo salvo como amenaza y que haría de los poseedores del arma nuclear poderes intocables. No es que Orwell estuviera contra las armas en general, sino sólo contra las que podían usar sólo una élite muy poderosa del planeta. De hecho, su artículo comienza apreciando el valor que tuvieron los rifles para hacer revoluciones populares, pero abomina estas armas que requieren un saber tecnológico secreto, como la bomba atómica.

Pero vayamos más allá de 1945. Dos años después, en el boletín de Edward Teller de los científicos atómicos se empezó a publicar un reloj con la hora del final total, que se puso a la media noche. Primero lo fijaron en siete minutos para las doce y, en 77 años se ha movido 25 veces. Pero lo que sorprende del uso de este reloj es que no se movió por ejemplo, en la crisis de los misiles en Cuba en 1962, y que retrocedió entre 1987 y 1991 por los tratados de reducción de armas nucleares. Así, más que medir los riesgos, mide la supuesta capacidad diplomática para alejarlos. Ahora, el reloj ha avanzado a 90 segundos del final, cuando Biden, estúpidamente, le ha dejado a su sucesor, Donald Trump y a Vladimir Putin el espacio para que “salven al mundo” y se vistan de gloria planetaria.


La democracia explicada

Pero voy al segundo punto de esta videocolumna, una vez establecida la idea de la Guerra Fría, es decir, de una que no se libró en un conflicto sino en lo que se dijo sobre la anticipación del conflicto. La bomba atómica fue más ideológica que cualquier otra arma en la historia porque significó el sometimiento de las poblaciones de Estados Unidos, la Unión Soviética y las dos partes de Europa con simulacros de ataques, bunkers bajo tierra, y la propaganda de que todo ese arsenal tenía como objetivo disuadir al otro de no usarlo. Pero este relato que sometió a poblaciones a una especie de calma de desalentar al enemigo con la acumulación de armas, no era realmente lo que perseguían sus propagandistas. Un ejemplo que desnudó esa mentira, fue el del falso documental que produjo la BBC de Gran Bretaña en 1965 y que ella misma censuró y no transmitió hasta veinte años después. Se trata de War Game de Peter Watkins donde se simula un ataque a la región de Kent en Inglaterra. La BBC fue sometida a censurarla por el Ministerio del Interior y el de la Defensa porque la película ponía de manifiesto, no la disuasión a las armas soviéticas y chinas, sino el caos social que se desataba entre los sobrevivientes. En algún momento, un personaje se lamentaba, incluso, de no estar muerto. Se desencadenaban los motines, saqueos de comida, y los asesinatos entre los pobres que no habían muerto con la explosión. La película mostraba no el patriotismo que respondía a un desafío extraordinario como un ataque soviético, sino al colapso del Estado y de la ley y el orden. Ante los motines, surgía un Estado policiaco que destruía las mismas libertades que se suponía que la Guerra Fría pretendía defender. Así, la guerra nuclear no se mostró como una puesta en escena del nacionalismo o de la defensa de las libertades contra el totalitarismo, sino que alentaba justo una dictadura policiaca para contener sus efectos. Y la BBC tardó veinte años en ponerla en sus pantallas, ya cuando Carl Sagan había hablado del “invierno nuclear” en televisión, es decir, de la nube de escombros que taparía durante años la entrada de los rayos solares a la atmósfera y la consecuente hambruna que sobrevendría. La transmitió cuando ya se había exhibido en la televisión estadunidense, El día después, The Day After, que reflejaba el drama de esa línea de batalla de la Guerra Fría que fueron los estados del medio oeste de los Estados Unidos, como Misouri y Kansas, donde están los silos de cabezas nucleares, con su contaminación tóxica. Así que, realmente, el tema nuclear era para controlar con su amenaza, no a los soviéticos sino a las poblaciones de los países involucrados con la idea de que era mejor tener las armas almacenadas para mejor defender las libertades. Como había avizorado George Orwell, en realidad se trataba de una nueva forma de esclavismo. Una esclavitud que hacía creer a las personas que acumular armas era contribuir a la paz. Una esclavitud que supuso construir una bomba que pusiera fin a toda guerra posterior. Por eso digo que era un arma ideológica. Tan real como la imaginación.

Siguiendo este hilo, voy a la tercera proposición de esta videocolumna. Y es que la Guerra Fría fue psicológica y emocional. Dice la doctora Claudia Kmper: “La lógica de la disuasión nuclear, que amplios sectores de la sociedad y la política habían internalizado es en realidad una forma de enfermedad que impedía que la gente reconociera las soluciones al conflicto. Este diagnóstico operaba en dos niveles. En primer lugar, atribuyeron el clima de desconfianza mutua y la propia carrera armamentista a temores reprimidos entre los políticos y el público. La conciencia popular estaba preparada para las guerras convencionales mediante prejuicios y percepciones erróneas. Por el contrario, la Guerra Fría continuamente causaba disturbios en la mente del público. Por lo tanto, impidió que las personas vieran las posibilidades constructivas para resolver el conflicto, que fue el punto de partida de los esfuerzos terapéuticos de la Asociación de Médicos contra el armamentismo. En segundo lugar, se diagnosticó una discrepancia entre conocimiento y acción. Por un lado, se conocían con cierto detalle las probables consecuencias de las bombas atómicas. Sin embargo, los gobiernos, por otra parte, estaban ocupados preparándose para tal acontecimiento apocalíptico, por ejemplo mediante medidas de defensa civil, en lugar de hacer preparativos para prevenir una guerra nuclear”. Así, los temores de la guerra que siempre son precedidos de un estereotipo del enemigo, se iban hacia el gran final, la destrucción total, donde ya no había para dónde correr. Los terrores iban a un callejón sin salida. Sólo así uno puede explicarse cómo durante los años sesnta del siglo XX, vimos el surgimiento de monstruos creados por descuido de los científicos, como Godzilla o Mothra, que destruían ciudades enteras, justo en Japón. Era una forma de sacar los terrores de la guerra nuclear, del hongo sobre Hiroshima y Nagasaki. Durante décadas, la “zona cero” se refirió justo a esos dos poblaciones cuyos padecimientos siguieron por generaciones. Hasta que George W. Bush decidió trasladarle el nombre a los edificios colapsados por los ataques del 11 de septiembre y mostrar el avión de la primera bomba, el Enola Gay, en el Museo Smithsonian. El terror a las bombas soviéticas se trasladó así a los ataques terroristas. Ello conllevó un cambio sustancial: ya no era una destrucción de toda la humanidad, sino que estaba circunscrito al Medio Oriente. Podíamos respirar al fin con un enemigo terrorista que, si bien, permanecía oculto, estaba lejos y tenía que embarcarse en toda una logística para poder llegar con sus aviones comerciales secuestrados hasta el centro financiero del mundo.

Y creo que esa podría ser una respuesta parcial a por qué no nos hemos angustiado con la anuencia de Joe Biden a atacar a la Rusia capitalista de Putin. Es porque parece concentrada en una región del mundo, en la frontera entre la OTAN y Rusia, en ese país llamado Ucrania que tiene un presidente que era cómico de la tele. Mi otra parte de la respuesta tiene que ver con el cansancio emocional. Después de una pandemia que nos amenazó con quitarnos la vida a todos, pero sobre todo a los ya enfermos, a los más viejos, a los más gordos, un pánico que hizo que el mundo se guardara en sus casas cuando así lo permitió su economía; después de eso, una guerra nuclear parece demasiado para lidiar. En estos setenta años lo hemos hecho conformándonos a las restricciones a todas luces totalitarias de seguir las instrucciones para ir a los bunkers bajo tierra, en los países que tienen riesgos reales, y en nuestros países en pensar que habrá una nueva crisis económica, que sobrevendrá un quebranto inflacionario y del comercio global. Bajo la premisa que ya vislumbraba George Orwell de pensar que acumular armas era contribuir a la paz, hemos consentido con este delirio del Apocalipsis final, el militarista, donde no hay Juicio Final ni serán salvados los buenos de corazón. Ante esta encrucijada, ¿dónde están las manifestaciones pacifistas llenando las calles europeas o estadunidenses? ¿Qué pasó con el movimiento anti-nucelar tan activo en los años ochenta?

Tal parece que somos incapaces de imaginar una guerra nuclear como una posibilidad y por eso nos engañamos a nosotros mismos al creer que algo tan inimaginable no podía suceder realmente. Por eso, sobre este nuevo riesgo de destrucción final, ahora hay más memes que acciones. Nos hemos quedado sin poder para reaccionar y eso, en sí mismo, es acaso la extinción más profunda: la desaparición de nuestra capacidad de responder y luchar.


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Fabrizio Mejía Madrid
Es escritor y periodista. Colabora en La Jornada y Aristégui Noticias. Ha publicado más de 20 libros entre los que se encuentran las novelas Disparos en la oscuridad, El rencor, Tequila DF, Un hombre de confianza, Esa luz que nos deslumbra, Vida digital, y Hombre al agua que recibió en 2004 el Premio Antonin Artaud.

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PS1: 

VEJA REPORTAGEM EM ESPANHOL, INCLUINDO CIMEIRA DE G20:

quarta-feira, 23 de agosto de 2023

CRÓNICA (Nº17) DA IIIª GUERRA MUNDIAL : «NORMALIZAÇÃO» DO ESTADO DE GUERRA NA EUROPA

Uma boa introdução à situação militar e geopolítica no continente europeu, pode ser a visualização da entrevista dada pelo Coronel Douglas Macgregor:

O Coronel explica de forma muito clara porque o melhor que se poderia fazer do lado ocidental era acabar com a guerra na Ucrânia. Porém, o establishment de Washington está cego e insensível à catástrofe que provocou.

Figura: tanque alemão panther destruído pelos soviéticos, na IIª Guerra Mundial. Os modernos tanques panther 
 também têm sido destruídos na guerra Russo-Ucraniana.

Devemos ver os predadores psicopatas que governam os vários países, nomeadamente os mais fortes, como aquilo que são. Os discursos e as posições «de princípio» são apenas paraventos de palavras para encobrir os seus jogos de poder sangrentos.

Os EUA, comandando os seus aliados europeus, obrigando-os a fazer uma guerra não declarada contra a Rússia, estão a ordenar-lhes o «suicídio assistido da Europa».

Com efeito, eles pretendem que o conflito na Ucrânia desemboque numa espécie de situação de instabilidade permanente, nas fronteiras russas.

Eles sabem não haver interesse, da parte dos russos, numa invasão dos territórios onde é maioritária a etnia ucraniana (falantes de ucraniano). Têm já muito que reconstruir nas 4 províncias recém unidas à Federação Russa.

Os americanos desejam que a situação evolua para um cessar-fogo, para viabilizar uma espécie de zona tampão: Uma faixa de território desmilitarizada, que separe os territórios ucranianos, dos novo-russos.

Para eles, isso é satisfatório, pois os países europeus serão obrigados a fabricar armamento em grande escala, para enviar para uma Ucrânia reduzida, mas possuidora de continuidade política. O acordo de cessar-fogo seria suscetível de ser rompido logo que a Ucrânia, «o peão da OTAN», estivesse em condições de levar a cabo uma ofensiva realmente ameaçadora contra o território russo.

Mas este esquema é, para os europeus, o equivalente a terem guerra permanente em casa (no caso das zonas diretamente em conflito), ou muito próximo de casa.

Trata-se da eternização da Europa, enquanto zona de conflito. Os governos americanos adoram a situação, porque continuarão a ser suseranos dos países europeus enfraquecidos e submissos dentro da OTAN.

Por outro lado, a União Europeia, com potencial industrial e a possibilidade de se erguer como bloco autónomo, desaparece. Os EUA vão apoiar os países anglófonos e (re)constituir o seu império com o Reino Unido, Austrália, Canadá, Nova Zelândia e países do «Commonwealth», que mantêm as suas distâncias com os BRICS, ou seja, países que se conservam na órbita de influência anglo-americana. Quanto à Europa da União Europeia, esta vai ser apenas uma «zona tampão».

O sonho utópico dos europeístas está definitivamente acabado. Só há autonomia política, se houver autonomia militar e diplomática: Mas, estas significam -afinal- que têm a sustentação duma economia largamente independente, embora mantendo elevado nível de cooperação com outras zonas.

Este foi o sonho que os sociais-democratas alemães tentaram realizar, mas tiveram que se submeter ao jogo do Tio Sam. Para tornar as coisas bem claras, o Tio Sam rebentou os gasodutos que forneciam energia barata e viabilizavam uma indústria alemã competitiva .

Não esqueçamos que tanto os americanos, como os dirigentes da OTAN (fantoches dos americanos) recusaram - no Outono/Inverno de 2021 - todas as propostas russas para abertura de negociações com vista a obtenção de garantias mútuas de segurança em todo o espaço Europeu.

Os países europeus mostraram o seu estatuto de vassalos, ao não abrirem conversações diretas com os russos, apesar de serem os mais interessados nas soluções diplomáticas e pacíficas para o continente europeu. O fantoche Jens Stoltenberg fazia, por essa altura (meses antes da invasão russa, em 2021), declarações incendiárias, dizendo, em substância: «de cada vez que eles (russos) vierem propor negociações, nós devemos responder com mais armamento, mais sistemas de mísseis, mais tropas da OTAN, nos Estados que fazem fronteira com a Rússia».



O que eu temo é a indiferença, a sujeição da cidadania. Esta, nunca foi tão intensamente condicionada. Depois do primeiro «ensaio» do COVID, fomos transformados em «ratos de laboratório humanos», para ensaios de condicionamento. Há que escrever uma obra - cientificamente consistente - sobre isto. Até agora, tenho podido ler artigos inteligentes sobre o assunto. Porém, os poderes e seus estados-maiores, possuem departamentos de «contra-informação», que se dedicam à guerra psicológica, à propaganda de guerra. Esta, é dirigida às populações dos países que estão «do nosso lado», mais do que às populações «inimigas».

Note-se que este estado de guerra permanente em solo europeu convém a muitos políticos, que assim podem jogar com o medo para se fazerem eleger (ou reeleger). Também serve os grandes patrões, que podem fazer reinar o terror nas suas empresas, despedindo e discriminando quem lhes apetecer, sob pretexto «de se livrarem de elementos subversivos, a soldo de Moscovo, etc.» Se isto vos soa a Guerra Fria, é porque o é efetivamente. Agora, já não dirigida contra a União Soviética e o «socialismo/comunismo», o grande papão. Agora o papão é a Rússia e «o novo Hitler» Putin, etc...

Realmente, tenho pouca esperança no imediato, pois a classe trabalhadora europeia está de rastos, alienada e sem uma perspetiva independente.

A hipótese de criação duma instância partidária ou duma frente, remotamente semelhante às frentes de classe dos anos 1930, é apenas um devaneio, infelizmente.

Como não vai haver uma resposta capaz de enfrentar o perigo, as populações europeias vão pagar. Elas já estão pagando, pois são europeias as populações da Ucrânia, da Rússia e dos países limítrofes que sofrem diretamente o impacto desta guerra cruenta.

Prevejo a continuação do cenário acima traçado, no curto prazo; mas, também, pode estar para durar por tempo indefinido.

Não faço conjeturas sobre a duração desta nova Guerra-Fria, nem sobre os meios pelos quais os povos se livrarão dela. Pelo menos, tentarei alertar as poucas pessoas, ainda capazes de raciocinar de forma livre e independente, de que o que se prepara é talvez pior e certamente diferente dos totalitarismos que estudámos nos livros de História do Século XX.

quarta-feira, 9 de agosto de 2023

Ben Norton: RAZÃO PORQUE OS EUA DEITARAM BOMBAS NUCLEARES SOBRE O JAPÃO

O bombardeamento nuclear do Japão, no final da IIª Guerra Mundial, não foi uma necessidade para acabar com a guerra. Esta mentira tem sido propalada durante todo este tempo.
No entanto, documentos do próprio governo dos EUA provam aquela afirmação.

                                         https://www.youtube.com/watch?v=5vMEgneKF10

quarta-feira, 12 de julho de 2023

A DEGENERAÇÃO DOS VALORES LIBERAIS

 A subversão do status quo é feita do interior dos think tanks e das corporações, que governam o mundo capitalista ocidental. Este fenómeno faz curto-circuito a todos os valores, às construções teóricas e às crenças ou ideologias, que as pessoas das gerações mais antigas transportavam. 

                                 Imagem: George Washington na travessia do rio Delaware

Esta subversão não é uma evolução decorrente das transformações inevitáveis das sociedades humanas, sejam elas bruscas (golpes, revoluções) ou suaves (mudanças de maiorias eleitorais, etc.).  Trata-se antes duma engenharia social, fabricada para substituir o «consenso» social-democrático, o qual serviu como forma da aplacar os ventos de revolta, sobretudo na  segunda metade do século XX, com uma aspiração confusa mas inegável para o socialismo por parte das classes que não beneficiam da sociedade capitalista, mas também da juventude universitária, oriunda de meios não proletários na sua maioria, que  se opunha aos princípios da sociedade «burguesa», ao  regime capitalista e às guerras imperialistas e neocoloniais. Mas substituir esse «consenso social-democrata» por quê? 

Penso que os ideólogos e psicólogos ao serviço das corporações (alguns ocupando lugares em instituições académicas) conhecem profundamente a matéria-prima. Eles têm como função moldá-la (influenciar). Seu conhecimento profundo, em vez de ser posto ao serviço da libertação dos humanos em relação às cadeias físicas e psicológicas que os amarram, tem sido usado perversamente para conduzir as pessoas para onde eles (manipuladores) querem. Esta mão-de-obra especializada e geralmente bem paga, está no centro do complexo  que inclui as indústrias do entretenimento, da informação «de massas» e das universidades (hoje, centros de fabricação de conformismo).

É sabido que o mundo capitalista sofreu uma grande mutação na sequência do fim da «Guerra Fria nº1», os anos do globalismo «feliz», ou triunfante. Os anos 90 do século passado e a primeira década do século XXI, foram  ocasião de intensificação do capital financeiro, em detrimento dos Estados e do capitalismo industrial. Este último, foi subordinado ao capitalismo financeiro e, além disso, as infraestruturas (fábricas) foram desmontadas dos países capitalistas do centro, para serem implantadas nos países mais pobres da periferia da Ásia, América Latina e África. Este salto permitiu que as taxas de rendimento do capital fossem maximizadas, mas à custa da destruição do tecido industrial nos países tradicionais do capitalismo e da precarização e pauperização das classes trabalhadoras respetivas. Estas classes trabalhadoras tinham sido mantidas num estado de relativa satisfação, durante as chamadas «trinta gloriosas» - ou seja - nos trinta anos que sucederam ao fim da IIª Guerra Mundial. Neste período histórico, a progressão da URSS e dos países socialistas, incluindo países considerados do IIIº Mundo, como a Jugoslávia, Cuba e China Popular, exerceram uma grande atração nas classes laboriosas do mundo capitalista, que a propaganda anticomunista não conseguiu  neutralizar. Pelo contrário, quanto mais difamassem o «socialismo real», mais ele ganhava prestígio junto de muitos, incluindo a jovem geração, nascida no pós- IIª Guerra Mundial. Esta, habituou-se a ter como dado adquirido, o usufruto de condições de relativo bem-estar, decorrentes da elevada rentabilidade do capitalismo e da sua compreensão de que era do seu interesse dar condições de vida decentes à classe trabalhadora e, sobretudo, aos seus filhos. Chegou-se ao ponto que as pessoas tomavam como adquirido, que a geração dos filhos iria ter um bem-estar superior à dos pais; que iriam ter acesso ao ensino universitário, coisa quase exclusiva dos filhos da média e alta burguesia, apenas há uma geração atrás.  O sonho de evolução gradual para o socialismo, sem revolução, com progressiva igualização das classes sociais, revelou-se como uma utopia, quando a classe empresarial decidiu contra-atacar através da ideologia «neoliberal». Para derrotar a ideologia social-democrata e os respetivos partidos de governo na Europa Ocidental, fizeram uma campanha bem planificada de desconstrução das instituições que funcionavam razoavelmente nestes países capitalistas, mas que seguiam uma lógica de servir o público e não de criar lucro. Houve instituições parcial ou totalmente privatizadas (infraestruturas: eletricidade, água, estradas, serviços de saúde);  outras, postas em concorrência com instituições privadas (ex.: escolas públicas descapitalizadas, em concorrência com escolas privadas, recebendo subsídios do Estado); outras ainda foram extintas, ou tornadas residuais (ex.: programas de construção e gestão de habitação social).  

Nas esquerdas, não houve clarividência e sentido estratégico. Cedo se deu o retraimento da esquerda «clássica» (associada a lutas nas empresas, através de um sindicalismo classista); contestada por uma esquerda dita «festiva», dita também de «causas», como as lutas LGBT, o feminismo, alheado das suas raízes operárias históricas, a ecologia política (que não se pode confundir com Ecologia enquanto domínio científico) e outras «causas fraturantes».  De facto, foram fraturantes, mas no sentido de porem setores contra setores, dentro da mesma classe, e assim tornarem impossível ou inócua qualquer tentativa de levar a cabo um combate integrado contra a exploração capitalista. Não só os trabalhadores não compreenderam logo, na sua grande maioria, como estavam a ser manipulados, também as direções dos partidos e dos sindicatos operários, só tomaram consciência demasiado tarde. Tragicamente, durante decénios, para satisfazer uns e outros, em resultado de uma política cem por cento virada para conquistar votos e lugares nos parlamentos, essas direções foram incapazes de qualquer contra-ataque credível. 

Recentemente, os grupos marginalizados, como as segunda e terceira geração de emigrantes em França e noutros países europeus principalmente, protagonizaram revoltas, em geral na sequência de um assassinato, por um polícia, de um deles. 

Estes emigrantes - vindos de África principalmente - foram mantidos em ghettos, sujeitos a maior exploração e a trabalhos considerados «inferiores» e mal pagos, perante a classe trabalhadora dos países recetores, largamente indiferente, quando não hostil à sua vinda e estadia, de supostamente «invasores», não percebendo que estes emigrantes eram importados para  fazer pressão sobre a classe trabalhadora nacional. O resultado foi o crescimento avassalador de partidos de extrema-direita, que capitalizaram o descontentamento das classes cujo modo de vida estava a ser negativamente impactado pela emigração. Este estado de coisas foi mantido e diretamente encorajado pelos partidos de centro-direita e centro-esquerda, como representantes do grande capital, pois  eles assim tinham a classe operária desunida, ao contrário do que aconteceu em Maio-Junho de 68, em que a palavra de ordem era de solidariedade total com os emigrantes e participação destes, «ombro-a-ombro» com o operariado francês, nas greves.

A retórica do liberalismo mantém-se, fica bem nos discursos, mas o espírito é exatamente o mesmo que o dos «negreiros», os que - em vários países «brancos» - organizavam a escravatura e comércio dos escravos africanos, até bem dentro da segunda metade do século XIX. 

A mentalidade imperialista nunca foi tão virulenta como agora, pois a deseducação das camadas populares fez com que caíssem na propaganda estatal, nos vários países da OTAN. A «liberdade de imprensa» de agora, é a censura generalizada em redes sociais e sites da Internet. Esta censura parece-se mais com a da inquisição, contra os recalcitrantes e os livre pensadores e com a censura de Estado, nos séculos XIX e XX, contra correntes realmente revolucionárias.

Podia dizer-se que «a ditadura do capital não precisa de realizar a defesa genuína de qualquer liberdade, exceto da liberdade de comércio». Porém, mesmo esta, é logo renegada, abandonada, pelo uso e abuso das sanções (totalmente ilegais) que pretendem vergar regimes que não se submetem aos imperialistas, sanções cruéis porque resultam exclusivamente em sofrimento do povo. 

O que resta de liberalismo na Europa ou América do Norte, nos países que se auto classificam como «democracias»? Quase nada, ou mesmo nada. 

Note-se que os dirigentes desses regimes ditos democráticos, não têm feito senão imitar «ditaduras do proletariado», sob pretexto de segurança, de combater o terrorismo, de combater «as forças do mal». A vigilância generalizada existe em grande escala em Londres, por exemplo, onde é impossível atravessar o centro, sem se ser filmado uma centena de vezes, por câmaras de vigilância discretamente distribuídas por todo o espaço público. Mas, isso é verdade também em múltiplos outros domínios. Edward Snowden e outros, revelaram como a NSA (uma agência dos EUA) intercepta sistematicamente todas as comunicações da Internet e de telefonia móbil, para as armazenar e as selecionar quando conveniente, através de pesquisa por algoritmos, até chegar aos olhos de agentes. Isto não é exclusivo dos EUA; eles têm uma rede de espionagem dos cidadãos do mundo inteiro, onde participam Grã-Bretanha, Austrália, Canadá, Nova-Zelândia, além dos EUA.

Claro que muitas pessoas se deixam enredar pela propaganda, pelo medo, pela angústia de ser designado «inimigo», etc. Hoje em dia, tanto dentro dos EUA como fora,  em muitos países vassalos, as pessoas são perseguidas por suas opiniões, sejam elas «conservadoras» ou «revolucionárias».  A ilusão de liberdade é resultante da técnica seletiva usada para suprimir toda a dissidência. Não são já precisos «gulag» ou campos de concentração; não são precisas prisões políticas e câmaras de tortura. O Estado consegue controlar as massas através do medo e da ignorância

Os poucos que denunciam este novo totalitarismo, ou são calados pelas pressões económicas, como a exclusão do emprego, ou por difamações a cargo de uma autêntica classe inquisitorial (fact-checkers). Estes fazem-se passar por «jornalistas», mas apenas são mercenários. 

 Embora a hora seja sombria, o facto de se desenvolver um aparato tão complexo, poderoso e caro, para ocultar a verdade aos cidadãos, mostra que estes ainda detêm considerável poder, embora potencialmente apenas. Se eles começarem a usá-lo sistematicamente, auto-organizando-se fora dos padrões instituídos, o derrube das ditaduras com máscara de democracia não andará longe. 

segunda-feira, 18 de outubro de 2021

[Michael Hudson] SUPER IMPERIALISMO


Saiu uma nova edição (a 3ª), atualizada, de «Super Imperialism» de Michael Hudson, economista e professor universitário, consultor do governo chinês em assuntos económicos. 
Os entrevistadores (do site Gray Zone) têm feito um trabalho notável, de furar o muro de silêncio sobre muitos assuntos e opiniões que o Império - com a media prostituta à ordens - não gosta de ver tratados. 
Partilhe-se ou não as opiniões deste autor, o que ele diz e escreve é, muitas vezes, relevante
Considero Michael Hudson alguém com algo de novo e original a dizer. Espero poder, em breve, ler a 3ª edição da obra «Super Imperialism». 


PS1: Uma entrevista com Michael Hudson, sobre o seu livro com o podcast e a transcrição AQUI

 

domingo, 18 de abril de 2021

NOVA ETAPA DA GUERRA FRIA QUE, DE FACTO, NUNCA DEIXOU DE EXISTIR.


Tradução de artigo de Rick Rozoff
em Pesquisa Global, 16 de abril de 2021


                             

Os trinta membros do Conselho do Atlântico Norte, o órgão de tomada de decisões políticas da NATO consistindo de embaixadores de todos os estados membros, publicou uma declaração apoiando a declaração da administração de Joe Biden de uma emergência nacional atribuída a acções russas, reais ou imaginárias.



"De acordo com a Lei de Poderes Económicos de Emergência Internacional (50 USC 1701 et seq.) (IEEPA), eu informo que emiti uma Ordem Executiva declarando uma emergência nacional com relação à ameaça incomum e extraordinária à segurança nacional, política externa, e à economia dos Estados Unidos representada por actividades estrangeiras prejudiciais especificadas, do Governo da Federação Russa.”

Num rol de acusações, que incluem nada menos que sete graves - nalguns casos, as mais graves - acusações, a carta continuou:

“Eu determinei que actividades estrangeiras prejudiciais específicas do Governo da Federação Russa - em particular, esforços para minar a realização de eleições democráticas livres e justas e instituições democráticas nos Estados Unidos e seus aliados e parceiros; participar e facilitar actividades cibernéticas maliciosas contra os Estados Unidos e seus aliados e parceiros; promover e usar a corrupção transnacional para influenciar governos estrangeiros; para exercer actividades extra-territoriais visando dissidentes ou jornalistas; minar a segurança em países e regiões importantes para a segurança nacional dos Estados Unidos; e violar princípios bem estabelecidos do direito internacional, incluindo o respeito pela integridade territorial dos Estados - constituem uma ameaça incomum e extraordinária à segurança nacional, política externa e economia dos Estados Unidos."

A última vez que esta linguagem quase apocalíptica foi usada em relação à Rússia, foi depois das tropas soviéticas terem entrado no Afeganistão, em Dezembro de 1979. No seu discurso sobre o Estado da União em Janeiro de 1980, o presidente Jimmy Carter pronunciou estas palavras (dando origem à Doutrina Carter de mesmo nome), escritas por seu Conselheiro de Segurança Nacional Zbigniew Brzezinski e modeladas sobre a Doutrina Truman de 1947, que marcou o início da Guerra Fria:

“Que nossa posição seja absolutamente clara: uma tentativa de qualquer força externa de obter o controle da região do Golfo Pérsico será considerada um ataque aos interesses vitais dos Estados Unidos da América, e tal ataque será repelido por todos os meios necessários, incluindo força militar. ”

As preocupações de Truman relacionavam-se com actividades comunistas na Grécia e na Turquia. As de Carter, com a influência potencial da Rússia no Golfo Pérsico. As de Biden, são globais na sua natureza: tudo, desde interferência nas eleições doutras nações (algo que a sua nação, os EUA, claro, nunca fez) até usar "luvas" para influenciar agentes do governo (este artigo foi escrito em Chicago); até perseguir dissidentes e jornalistas com actividades «extra-territoriais» (a opinião de Julian Assange sobre esta matéria seria interessante) até mostrar falta de respeito pela integridade territorial de Estados (foram os EUA e não a Rússia que apoiaram a secessão do Kosovo, do Sudão do Sul e da Eritreia, na era pós-Guerra Fria).
Mesmo o ataque de 1941 a Pearl Harbor, não representou uma ameaça de vida ou morte para os Estados Unidos e seus "aliados e parceiros" em todas as partes do mundo, como Biden gostaria que acreditássemos que a Rússia representa, ao "constituir um país incomum e uma extraordinária ameaça à segurança nacional, à política externa e à economia dos Estados Unidos.” Washington declarou guerra à pressa contra o Japão, há oitenta anos. O que Biden fez hoje, pode muito bem ser o equivalente a essa acção.


Russia continues to demonstrate a sustained pattern of destabilising behaviour, including its violations of Ukraine’s and Georgia’s sovereignty and territorial integrity, and continued violation, non-implementation, and circumvention of numerous international obligations and commitments, including the Budapest Memorandum. Examples include attempted interference in Allied elections, including the U.S. presidential election; widespread disinformation campaigns; and malicious cyber activities. The United States and other Allies assess that all available evidence points to the responsibility of the Russian Federation for the SolarWinds hack. We stand in solidarity with the United States. We condemn the attack on Alexei Navalny, a Russian opposition figure, with the use of a nerve agent from the banned Novichok group. Any use of chemical weapons, under any circumstances, is a clear breach of international law and contrary to the Chemical Weapons Convention. Reports that Russia encouraged attacks against U.S. and NATO forces in Afghanistan are also of concern.

A declaração da NATO, com sua ladainha de acusações, prossegue com a resolução dos Estados membros consultarem-se entre si regularmente, para "abordar as acções da Rússia, que constituem uma ameaça à segurança euro-atlântica." Exige que a Rússia cesse o que a NATO caracteriza como seu comportamento desestabilizador. Também exorta a Rússia - e apenas a Rússia - a interromper as alegadas provocações perto e diminuir as tensões na fronteira do Donbass e "na Crimeia, anexada ilegalmente."

A observação de que a guerra é a continuação da política por outros meios foi atribuída a Carl von Clausewitz. É igualmente verdade, que o tipo de denúncia política e ditame detalhado acima, pode constituir a condução da guerra por outros meios. Talvez apenas até que a coisa real chegue.

domingo, 27 de dezembro de 2020

OLHANDO O MUNDO DA MINHA JANELA - PARTE IX


Relendo o escrito sob o mesmo título, o oitavo da série, publicado a 24 de Setembro deste ano, constata-se, pelo desenrolar dos acontecimentos, que eu não me enganei. 
Mas, isto não é nenhum mistério, não possuo poderes de divinação. Simplesmente, os factos estavam lá, diante de meus olhos, bem visíveis, nessa altura. Não é necessário ter-se uma bola de cristal! Basta não termos a vista embaciada por uma ideologia ou pela propaganda insidiosa, para correctamente vermos o presente.

«As previsões são muito difíceis de se fazer... sobretudo em relação ao futuro», como dizia alguém, um humorista-filósofo. 
Portanto, vou me cingir ao presente. 

O maior golpe de Estado de toda a história parece estar a desenrolar-se a preceito para seus planejadores e executantes. Mas, quem são eles? 

- São os mesmos para quem esta crise manufacturada, do COVID, representa um acréscimo considerável nos lucros. Apple, Google, Facebook, Netflix, Amazon, Microsoft, Tesla... são as grandes vencedoras deste jogo. As suas acções atingiram novos cumes, os índices da bolsa de Nova Iorque seriam negativos sem a sua participação. Além disso, esmagam qualquer hipótese de concorrência e obtêm contratos sumarentos com os governos (principalmente os dos EUA).

- Os outros vencedores são os grandes da indústria farmacêutica, na qual estão investidos multi- bilionários como os Bill Gates ou os Rockefeller. No caso das farmacêuticas, conseguem colocar as suas vacinas não testadas (Moderna, Pfizer, Astra-Zeneca...) ou os seus medicamentos de duvidosa eficácia (ex.: Remdesivir da Gilead), sem verdadeira supervisão dos organismos teoricamente independentes, presentes nos diversos Estados. Estes deveriam, em nome da Saúde Pública, controlar se os referidos medicamentos e vacinas se conformam ou não com as exigências necessárias para serem licenciados. Desde já, se pode afirmar claramente que não, nenhuma vacina está em condições de passar o teste para aprovação. Afinal, tal aprovação é obtida com o pretexto de uma «urgência», que não é mais que pressão exercida sobre políticos e agências que - teoricamente - deveriam ser independentes dos interesses das grandes farmacêuticas. Ainda por cima, os fabricantes de vacinas obtiveram «um passe livre», ou seja, estão isentos de quaisquer responsabilidades sobre acidentes decorrentes do uso de suas vacinas, não podem tais casos ser julgados em tribunal. As vítimas terão de recorrer aos Estados, sendo portanto eles - ou seja, nós todos, contribuintes - a pagar pelo que foi incompetência, ou desleixe, ou mão criminosa dos fabricantes... 

- No plano dos Estados e dos governos, a crise do COVID foi «um maná». Não de dinheiro, porém, pois ficaram numa situação de falência manifesta: os chamados estímulos à economia, são apenas impressão monetária, cujo benefício é para os muito ricos, apenas, indo inflacionar as bolhas de activos financeiros, com prejuízo para a economia real. 
Foi um maná, porque lhes permitiu por em prática técnicas de controlo de massas, que se atribuíam tradicionalmente aos regimes totalitários, em particular ao da China Popular. 
A introdução de tais técnicas foi «pacífica», raros foram os que apontaram os aspectos das mesmas, claramente violadores da legalidade, da constitucionalidade e da protecção dos direitos humanos. Porém, assiste-se à introdução de toda a espécie de controlo, por uma «polícia sanitária», associada à saturação «das ondas» com propaganda, já nem sequer disfarçada, ao ponto de ser impossível ouvir, ver ou ler, na media «mainstream», algo que contradiga a narrativa dominante. Em duas palavras, a democracia morreu.

- Os magnates e políticos que se reúnem entre eles, no Clube de Bilderberg ou no Fórum Mundial de Davos, parecem levar a cabo o seu jogo sem grande oposição. As oposições estão neutralizadas pelo medo, pela cooptação, ou pela influência de organizações ditas independentes, as NGO /ONGs - organizações não-governamentais - que fazem o jogo dos muito poderosos, financiadas pelas suas fundações (como NED - National Endowment for Democracy dos EUA, ou a Fundação para «uma Sociedade Aberta» de Georg Soros).

- Sabia-se, desde o princípio, a quem beneficiavam os tumultos levados a cabo por «Black Lives Matter» e «Antifa», sabia-se mesmo quem eram os seus financiadores. A existência de uma atmosfera de golpe de Estado, de revolta latente, contra o regime Trump, tinha de se revestir do aspecto duma revolta popular, mas as forças que estavam por detrás do palco, as que manobravam os manifestantes, não deixavam dúvidas sobre quais as causas profundas. O resultado eleitoral obtido por Joe Biden, depois do núcleo duro do partido democrata ter afastado os outros candidatos à presidência, que tinham algum laivo de esquerda, como Bernie Sanders ou Elizabeth Warren, foi o mais inexpressivo que dar se pode. Os apoiantes de Trump dizem que a eleição lhe foi roubada. Pode ser que tenham razão, mas... numa eleição, «não são os votantes que contam, são os que contam os votos*».

- No domínio geo-estratégico, a máquina de guerra dos EUA, só ou conjuntamente com seus aliados, reforçou ou intensificou a ocupação do Afeganistão, da Síria, do Iraque. As esquadras dos EUA sulcam os mares da China, bloqueiam o acesso de navios mercantes aos portos da Venezuela. Com apoio da vassalagem - NATO, etc -  intensificam manobras e provocações às fronteiras de países «inimigos» Rússia e China. Viveram-se em 2020 momentos só comparáveis às fases mais tensas da chamada Guerra Fria. 
De facto, esta nunca deixou de existir: Há um «partido», sempre presente dentro de ambos os partidos do poder nos EUA - Democrata e Republicano - que tem sido dominante: o «partido» que defende os interesses do complexo militar-industrial e advoga uma constante pressão, ou seja, provocações constantes, contra os inimigos, «com vista a que estes não se atrevam a tomar acções ofensivas», falando a linguagem deles.

- Temos agora situações de total inversão dos papeis: Os supostos anti-democráticos regimes de Putin e de Xi Jin Pin, avançam com soluções de paz, de redução da escalada militar, do armamento estratégico; os «democráticos» líderes do Ocidente, fazem o oposto e incentivam a subversão, «revoluções coloridas», às fronteiras ou dentro dos territórios adversários.

- Temos os líderes dos países dos BRICS, supostamente anti-liberais, a proporem maior abertura comercial, um entendimento básico para manter o livre comércio. Enquanto os líderes do «Ocidente», supostamente herdeiros da tradição liberal (tanto liberalismo político, como económico),  não param de erguer barreiras, de impor sanções (ilegais) e discriminar ou excluir empresas, sendo o caso da Huawei, apenas o mais visível. 

- Finalmente, no plano da economia mundial, os países ditos emergentes, são os que realmente já emergiram, pois tiveram uma recuperação rápida da sua produção, após a crise do COVID, como se verifica pelo crescimento da China e da Coreia do Sul. Enquanto europeus e norte-americanos, supostamente «desenvolvidos», estão a afundar-se a grande velocidade. 
É legítimo estranhar que, para esse afundamento do Ocidente, estejam a contribuir afinal os que detêm as rédeas da economia e do poder político. Porém, os oligarcas e seus mandatários políticos não são idiotas nem suicidas. Eles sabem que as economias dos seus países estão metidas num beco sem saída.
O montante das dívidas, sejam elas dos Estados, empresas ou famílias, atingiu e ultrapassou os níveis de solvência, ou seja, os níveis de endividamento em que as dívidas são pagáveis pelos devedores. Tal já não é o caso. Em vez disso, há uma fuga para a frente, uma impressão monetária desenfreada, que impulsiona bolhas especulativas, como nunca. 
O resultado disto será, com certeza, muito duro para «os de baixo» e, mesmo, para os «do meio». 

- O chamado Great Reset resume-se ao seguinte: 
Um plano destinado a eliminar as dívidas acumuladas, sem que a oligarquia perca muito, ou até, nalguns casos, consiga ganhar, pela ampliação do seu mercado, por exemplo. 
Por contraste, sabendo-se que os 99%, o pouco que possuem irão perder, os oligarcas e os governos ao seu serviço preparam o terreno: reforçam polícias, dotando-as de meios, torcem e retorcem as legislações, para que a repressão sobre os desapossados possa ocorrer, (se possível) com um semblante de legalidade. Para tal, também lhes interessa ter uma media totalmente escrava, ou seja, propalando um fluxo contínuo de «informação» que é, na realidade, condicionamento psicológico das massas. 

- Não acredito que as pessoas sejam estúpidas; podem estar desinformadas. Mas, muitas estão a acordar para a distopia em curso e compreendem que eles (os poderosos) só querem manter a passividade das multidões para continuar no poder. 
Acredito que este jogo dos poderosos é muito arriscado, pois não podem evitar que muitas pessoas e povos se revoltem, face às injustiças e ao agravamento da exploração e miséria, que eles estão a provocar, neste momento. 
Inclusive, acredito que haja pessoas, nos organismos de repressão do Estado, que percebem como estão a ser usadas contra suas próprias famílias, pelos globalistas /fascizantes. 

Esta ínfima oligarquia, agrupada em clubes, fórums, ONG's, fundações, empresas de «high tech» e de armamento e em diversos departamentos estatais, tem o intuito de se apropriar todos os recursos do planeta, mas só pode fazê-lo pela astúcia, pela corrupção de elementos políticos eleitos das nações. 

Ela tem uma agenda muito clara**, que conduzirá, caso a cidadania deixe, a um controlo das massas mais eficaz que as ditaduras totalitárias do passado. 

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*Uma afirmação correntemente atribuída a Stalin, mas nada permite afirmar que ele jamais a tenha proferido. A ideia é que o controlo do processo pós-eleitoral é determinante do resultado, ou seja, as eleições são falsificadas. Isso é que é determinante para o seu resultado...

**Quem tenha dúvidas sobre a veracidade da agenda da oligarquia mundial, veja o excelente documentário, saído a 15 de Janeiro de 2021, The New Normal.
 

sábado, 21 de novembro de 2020

COMO É ALIMENTADA A INDÚSTRIA DOS ARMAMENTOS?

ARTIGO de Cassandra Stimpson e Holly Zhang

Cassandra Stimpson e Holly Zhang, da "Iniciativa para  a Transparência sobre Influência Estrangeira" (Foreign Influence Transparency Initiative (FITI) at the Center for International Policy) apresentam-nos um artigo muito bem documentado sobre o assunto do título. 

Nós sabemos como o complexo militar-industrial nos EUA controla a totalidade das políticas externas deste país. Sabemos os rios de dinheiro que são aprovados nos orçamentos de «defesa» pelo Congresso, Senado e Presidência. Mas, muitos ignoram a importância estratégica dos think tanks - ou seja - grupos organizados de «pensadores», que se distinguem pelo exercício de influência directa sobre quem toma decisões cruciais, seja em relação a despesas militares, seja em relação à designação dos «inimigos» dos EUA e como lidar com eles.

No artigo acima referido, as autoras esclarecem quais as somas dadas pelo Japão, assim como pelos grandes fabricantes de armamento como Lockheed e outros, a alguns think tanks. 

Afinal, a maneira de fazer «pensar» esses «pensadores», é simplesmente através de generosas somas. Assim, eles têm sempre soluções favoráveis aos seus doadores, propondo as soluções convenientes aos legisladores.

Neste pé andam os negócios da guerra e da paz. Muito mais da guerra, do que de outra coisa. A propaganda e o alarido em torno do «perigo da China comunista» ajudam a fazer passar orçamentos militares em tempo de paz, que ultrapassam (em termos absolutos e relativos) os orçamentos dos piores anos da chamada Guerra Fria Nº1.

Agora, o orçamento de defesa dos EUA é o triplo do da China, mas isto não satisfaz os donos das indústrias de armamento, querem um maior esforço. 

Já na administração Trump, conseguiram que este «torcesse o braço» dos aliados/súbditos da NATO, para gastarem mais em equipamento militar (sobretudo fabricado nos EUA, claro!), de forma a atingir, em cada nação, o mínimo de 2% do PIB! 

Tudo isto é extremamente grave também pelo facto das pessoas estarem distraídas com falsas «batalhas»: pelo ambiente, pela igualdade de géneros, de etnias...

Nas campanhas eleitorais pronunciam-se palavras bonitas sobre os referidos tópicos, mas os fundos mais substanciais são - de longe - reservados para fabricar armamentos, cada vez mais sofisticados e mortíferos e distribuí-los, num arco de círculo, em torno das fronteiras do «inimigo». 

As verbas que deveriam estar disponíveis para melhorar os níveis de educação, saúde e bem-estar das populações, como também para descontaminar o ambiente e minorar o impacto das actividades humanas nos ecossistemas,  vão para as indústrias de guerra.

Os «think tanks atlantistas», vivendo no universo mental duma guerra fria permanente, esmeram-se a encontrar sempre motivos para um reforço da compra (e investigação aplicada) de armamentos. Eles estão, obviamente, ao serviço de quem lhes paga... incluindo governos e interesses privados estrangeiros, assim como da indústria de armamentos nacional (dos EUA). Este «conflito de interesses», não só é mantido, como é cultivado e procurado em permanência. São, na realidade, agências de intermediação desses interesses junto dos órgãos legislativo e executivo, com poder de decidir sobre as verbas.

Resta acrescentar que, nesses «think tanks», se sentam políticos, no activo ou reformados, membros do «Estado Profundo», membros e ex-membros da CIA e doutras agências de «inteligência» e «cavaleiros de indústria», CEOs de grandes empresas. É frequente terem, para enfeitar o «ramalhete», um  ou outro «académico», para dar um falso verniz às narrativas destes think tanks. 

O círculo, como o demonstram Cassandra Stimpson e Holly Zhang, funciona na perfeição: 

- O governo dum Estado, súbdito dos EUA, quer que sua política belicista e de rearmamento seja considerada virtuosa. Faz doações generosas a think-tanks, os quais também recebem doações da indústria bélica, entre outras. 

- Estes think tanks produzem «relatórios» e «estudos», que apresentam a China como potência cada vez mais ameaçadora, com ambições imperialistas temíveis: Na realidade, trata-se de projecção de psicopatas, que povoam estes think-tanks. 

- Os estudos referidos «sugerem» quais as respostas apropriadas dos EUA e seus aliados/súbditos. 

- Os legisladores e outros políticos [aliás, subsidiados pelas mesmas indústrias, com doações para as suas campanhas eleitorais], vão receber e seguir os «bons» conselhos, visto que são «patriotas» e gostam de se manter no poder. Votam, portanto, os orçamentos sempre de acordo com os interesses do complexo militar-industrial. 

- Nos países aliados/súbditos, os governos são - de igual modo - «persuadidos» a tomar atitudes firmes contra o inimigo. 

- As indústrias de armamento, as agências do Estado profundo e os governos dos países interessados apoiam e recompensam (com dinheiro, promoção, favorecimento, etc...) os think tanks e seus membros afiliados.

Enquanto houver este circuito de corrupção ao mais alto nível do poder, nunca se poderá ter uma séria e coerente abordagem dos problemas que afligem a humanidade. Não haverá solução para estes problemas, enquanto houver a máquina, muito bem oleada, que tem mantido discretamente o fluxo de dinheiro dos orçamentos (do dinheiro dos impostos, colectados aos cidadãos) em direcção às indústrias de morte, às indústrias bélicas, assim como às agências de espionagem, vigilância global e subversão.



terça-feira, 19 de maio de 2020

TODOS OS IMPÉRIOS TÊM UM FIM

           


Os impérios são governados por homens, por seres imperfeitos, sujeitos a toda uma série de erros de avaliação, alguns dos quais acabam por ser fatais para o destino destas construções de poder.

O primeiro desses erros é a ausência ou a perda de uma referência moral, de uma forma de exercer o poder que não seja a força arbitrária, mas seja compreendida pelos sujeitos como próxima do que consideram «justo». Com efeito, a corrupção, o arbítrio, a legalidade espezinhada, tudo isso se verifica na perda do referencial moral. A partir desse ponto, os grupos (sejam eles etnias, tribos, ou classes) que se  mantinham à sombra do império, apenas procuram uma ocasião para desertar, inclusive para virar casaca e se aliarem com os inimigos mais coerentes desse mesmo império.  

A segunda causa é a ausência de freio nas despesas, quer sejam sumptuárias, quer sejam militares. Neste caso, a parte de capital destinada a ser directa ou indirectamente reinvestida na economia, a parte destinada a «reproduzir capital», irá diminuir. Esta diminuição é principalmente causada pelo Estado, pois os políticos no seu comando julgam que o seu poder e vontade podem tudo («hubris»). Na realidade, estão a subtrair força à economia real, através do agravamento de impostos, que vai afectar a capacidade das empresas e dos particulares a investir de modo produtivo. Por outro lado, vai descurar os investimentos produtivos que ele próprio - Estado - se deveria encarregar de fazer (como investimentos em infraestruturas, na educação, na investigação, etc.).

A terceira causa, tem a ver com a estagnação tecnológica, o convencionalismo, a ausência de inovação verdadeira, em todos os domínios. Esta situação ocorre, muitas vezes, ainda no auge de um poder imperial e vai mantendo-se até ao fim, quando os «escribas» tomaram conta do barca do poder. Hoje, eles são designados por «economistas» e por «académicos». Geralmente, são uma pseudo-elite, um grupo parasitário, que se auto-atribui a «sabedoria» e esmaga, com uma espécie de censura, toda a dissidência. São cultores da norma, inquisidores, guardiões da ortodoxia. Eles vão iterando o discurso defensor do poder, reproduzindo e declinando ad infinitum a ladainha de que «Não Existe Outra Alternativa».  

A quarta causa tem a ver com a passividade política do povo e o seu corolário. A cidadania divorcia-se do poder, este fica cada vez mais entregue a uma oligarquia. Esta, faz a política que tende a perpetuar-la a si própria, e o ciclo vicioso vai-se iterando em círculos sucessivos. A cidadania só irá acordar - em geral - apenas quando a derrocada estiver a dar-se, ou já ocorreu. Ela poderá ter, entretanto, uma atitude de divórcio em relação ao poder, porém mantém-se passiva, até as coisas se tornarem demasiado insuportáveis. Mesmo nesta situação extrema, não terá coragem de derrubar o poder instaurado, senão quando verificar que este já não tem a força com que a ameaçava. Quando a cidadania vir que o poder já é tão frágil, que não concita a fidelidade da polícia e das forças armadas. 

Claro que estes quatro aspectos estão interligados; é deveras impossível de descrevê-los em pormenor separadamente. 
Analisando os impérios passados, verifica-se que padeceram destas fraquezas fatais. Seria bom as pessoas conhecerem - com um certo pormenor - o que aconteceu com os diversos impérios. Temos documentação sobre vários impérios da Antiguidade, como Roma, Cartago, etc. Existe ainda mais abundância de documentação sobre os impérios ultramarinos e coloniais, erguidos e perdidos por portugueses, espanhóis, holandeses, franceses e ingleses, principalmente. Há uma profusão de dados sobre o modo como o império soviético acabou por colapsar, há cerca de 30 anos, etc, etc.

O desejo de manter por longo tempo uma hegemonia mundial é vão. 
Os EUA e seus vassalos da NATO deveriam estar cientes disso. Não existe um mundo estável, se enormes partes do mesmo forem oprimidas e exploradas. Um futuro benéfico e estável para as nações que actualmente se designam pelo termo de «Ocidente» nunca poderá ser construído na guerra, ou na ameaça permanente da mesma. 
O que os seus dirigentes estão a fazer é insensato: é como se estivessem combatendo o fantasma do que chamam «comunismo», tanto em relação à Rússia, como à China. Eles sabem bem que, actualmente, nem uma nem outra destas potências responde a essa definição. São, na realidade, grandes potências que querem ver o seu papel reconhecido nos assuntos internacionais. Além destes, existem outros grandes países, como a Índia ou o Brasil, que também desejam ter um papel no mundo multipolar de amanhã. 
O mundo unipolar, sob hegemonia da potência que triunfou em 1991, da (primeira) Guerra Fria, não poderá durar, nem é desejável que dure. 
A questão de um futuro decente para a Humanidade, passa por os poderosos reconhecerem que é necessário um novo «Ialta» e um novo «Bretton Woods». Claro, com actores e meios diversos dos destas duas conferências, mas com alguma analogia: serão conferências onde as  principais potências militares, populacionais e económicas do Planeta se irão pôr de acordo em criar condições de estabilidade mundial verdadeira.