Estamos realmente mergulhados numa nova era de obscurantismo, quando os media corporativos se vangloriam de repudiar os seus colegas, que são suficientemente corajosos e éticos, para confrontar o poder pelos seus atos criminosos.
Estamos realmente mergulhados numa nova era de obscurantismo, quando os media corporativos se vangloriam de repudiar os seus colegas, que são suficientemente corajosos e éticos, para confrontar o poder pelos seus atos criminosos.
Israel no está erradicando a "los terroristas". Está convirtiendo a Gaza en un páramo, un infierno, donde los médicos ya no existen, los trabajadores humanitarios son un recuerdo y la compasión un lastre.
Middle East Eye – 8 de enero de 2025
Si hubo una imagen de 2024 que capturó las noticias del año, fue esta: el Dr. Hussam Abu Safiya , con una bata de laboratorio blanca, abriéndose camino entre los escombros del hospital Kamal Adwan que dirigía, el último centro médico importante superviviente en norte de Gaza, hacia dos tanques israelíes que le apuntaban con los cañones de sus armas.
El año pasado estuvo dominado por la muerte y la destrucción que Israel ha causado en todo el pequeño enclave.
Ha estado marcado por la matanza de decenas de miles de palestinos –las muertes que conocemos– y la mutilación de al menos 100.000 más; el hambre de toda la población; la nivelación del paisaje urbano y agrícola; y el borrado sistemático de los hospitales y el sector sanitario de Gaza, incluido el asesinato, el arresto masivo y la tortura de médicos palestinos.
El año 2024 también estuvo dominado por un creciente consenso de las autoridades jurídicas y de derechos humanos internacionales de que todo esto equivale a genocidio.
Aquí había una imagen, de los últimos días del año, que lo decía todo. Mostraba a un médico operativo solitario –uno que había arriesgado su vida para mantener su hospital mientras estaba asediado por las fuerzas israelíes, atacado por proyectiles y drones israelíes, y con su personal abatido por francotiradores israelíes– dirigiéndose valientemente hacia él y a los de su pueblo. , exterminadores.
Había pagado un precio personal, tanto como el de sus pacientes y su personal. En octubre, su hijo Ibrahim, de 15 años, fue ejecutado durante una incursión israelí en el hospital. Un mes después, él mismo resultó herido por la metralla de un ataque israelí contra el edificio.
El 27 de diciembre, el hospital ya no podía resistir el salvaje ataque de Israel. Cuando un altavoz exigió que Abu Safiya se acercara a los tanques, se puso en camino sombríamente entre los escombros.
Fue el momento en que la lucha del hospital Kamal Adwan por proteger la vida llegó a un final repentino; cuando la maquinaria de guerra genocida israelí constató una victoria inevitable contra el último puesto avanzado de la humanidad en el norte de Gaza.
La imagen fue también la última conocida de Abu Safiya, tomada minutos antes de su llamado “arresto” –su secuestro– por soldados israelíes y su desaparición en el sistema de campos de tortura de Israel.
Después de días de afirmar que no sabían su paradero, el ejército israelí finalmente confirmó que lo mantenía incomunicado. La admisión parece deberse únicamente a una petición presentada ante los tribunales israelíes por un grupo local de derechos médicos.
Según un número creciente de informes, Abu Safiya se encuentra ahora en la más famosa de las instalaciones de tortura de Israel, Sde Teiman , donde el año pasado unos soldados fueron captados en vídeo violando a un recluso palestino con una porra hasta que le reventaron las entrañas.
La esperanza es que Abu Safiya no corra la suerte de su colega, el doctor Adnan al-Bursh, ex jefe de ortopedia del hospital al-Shifa de Gaza. Después de cuatro meses de abuso en la prisión de Ofer, los guardias abandonaron a Bursh en su patio, desnudo de cintura para abajo, sangrando y sin poder mantenerse en pie. Murió poco tiempo después.
Informes de agencias de derechos humanos y de las Naciones Unidas –así como testimonios de guardias de campos denunciantes– hablan de palizas sistemáticas, hambrunas, abusos sexuales y violaciones de prisioneros palestinos.
Israel ha acusado a Abu Safiya, el pediatra más conocido de Gaza, de ser un “terrorista” de Hamás. Ha secuestrado a otras 240 personas del Hospital Kamal Adwan que, según afirma, son “sospechosos de terrorismo” (presuntamente principalmente entre ellos pacientes y personal médico) y se encuentran retenidas en condiciones igualmente espantosas.
Por extensión, cualquier hospital –porque cae bajo la autoridad del gobierno de Hamás– puede ser tratado como un “bastión terrorista de Hamás”, como Israel ha denominado a Kamal Adwan. Ergo, todas las instalaciones médicas deberían ser destruidas, todos los médicos deberían “arrestarse” y torturarse y todos los pacientes deberían ser “evacuados” por la fuerza.
En el caso de Kamal Adwan, a los heridos, los enfermos graves y los que estaban a punto de dar a luz se les permitió 15 minutos para desenganchar sus goteros, salir de sus lechos de enfermos y dirigirse al patio destrozado. Luego el ejército israelí prendió fuego al hospital .
Una “evacuación” de este tipo sólo significa una cosa: dejar que los pacientes mueran a causa de sus heridas, enfermedades o desnutrición, y cada vez más también de frío.
Un número creciente de bebés han estado muriendo de hipotermia mientras sus familias se acurrucan durante las noches de invierno bajo lonas, sin mantas ni ropa adecuada, en los campamentos de tiendas de campaña que se han convertido en el hogar de la mayor parte de la población de Gaza.
La fotografía de la rendición de Abu Safiya dejó muy claro quién es David y quién Goliat; quién es el humanitario y quién el terrorista.
Sobre todo, demostró cómo las clases políticas y mediáticas de Occidente han pasado los últimos 15 meses promoviendo una gran mentira sobre Gaza. No han buscado poner fin al derramamiento de sangre, sino encubrirlo, excusarlo.
Esto podría explicar por qué la imagen más definitoria de 2024 apenas fue visible en los medios de comunicación del establishment, y mucho menos en sus portadas, cuando Abu Safiya fue secuestrado por Israel y su hospital destruido.
La mayoría de los editores y editores de fotografías extranjeros, que dependen de los salarios de sus propietarios multimillonarios, parecían preferir pasar por alto la fotografía periodística del año. Las redes sociales, sin embargo, no lo hicieron. Los usuarios comunes lo difunden por todas partes. Entendieron lo que mostraba y lo que significaba.
A fines del mes pasado, Israel anunció que el próximo año gastaría 150 millones de dólares adicionales en lo que denominó “guerra de conciencia”.
Es decir, Israel está aumentando su presupuesto 20 veces para mejorar sus campañas de desinformación en los medios, para blanquear su imagen mientras continúa la matanza en Gaza.
Israel ha matado a muchos de los periodistas de Gaza y ha prohibido a los corresponsales extranjeros la entrada a sus “zonas de exterminio” no declaradas. Pero en una era de transmisiones en vivo por teléfono, ocultar un genocidio está resultando mucho más difícil de lo que Israel imaginaba. Al parecer, no basta con que el establishment occidental venda su desinformación.
A Israel le preocupan especialmente los jóvenes –como los estudiantes en las universidades– que no consumen noticias filtradas a través de la BBC o la CNN y, por tanto, tienen una comprensión mucho más clara de lo que está sucediendo. Sus sentidos y sensibilidades no se han visto embotados por años de publicidad corporativa occidental.
Es mucho menos probable, por ejemplo, que caigan en las noticias falsas israelíes –recicladas y a las que los medios occidentales han dado crédito– que han justificado durante los últimos 15 meses la destrucción total de los hospitales de Gaza, o el tipo de desinformación que alberga la idea de que un médico estimado como Abu Safiya es secretamente un terrorista.
La génesis de la campaña de Israel para borrar el sector sanitario de Gaza comenzó pocos días después del ataque de Hamás del 7 de octubre de 2023. Menos de dos semanas después, Israel disparó un potente misil contra el patio del hospital al-Ahli de la ciudad de Gaza ; Docenas de familias palestinas que habían huido allí en busca de protección del ataque militar de Israel quedaron atrapadas en la explosión.
Pero los medios blanquearon este primer disparo en la guerra contra los hospitales de Gaza haciéndose eco crédulamente de la absurda afirmación de Israel de que un cohete palestino fallido, y no un misil israelí, había causado el daño.
El ataque a Al Ahli estableció el plan de genocidio de Israel, un plan que Israel ha seguido de cerca durante los últimos 15 meses. Dejó claro a los palestinos que ningún lugar estaría a salvo del ataque de Israel, ni siquiera los lugares santuario establecidos como hospitales, mezquitas e iglesias. No habría lugar para escapar de su ira.
Y dejó claro a los líderes y medios occidentales que Israel estaba dispuesto a violar todos los preceptos conocidos del derecho internacional humanitario. No hubo atrocidad ni crimen de guerra que no cometiera, incluida la destrucción del sistema médico de Gaza. Se esperaba que los patrocinadores de Israel dieran su pleno respaldo a la guerra, por muy lejos que llegara Israel.
Y eso es exactamente lo que hicieron.
Mirando hacia atrás, el breve furor sobre si Israel fue responsable del ataque a al-Ahli parece ahora espantosamente pintoresco. Al no haber respuesta alguna, Israel intensificó su “guerra de concientización”, creando una burbuja de noticias falsas para conectar los hospitales de Gaza con el terrorismo de Hamás.
En cuestión de semanas, Israel afirmaba haber descubierto una base terrorista de Hamas debajo del hospital infantil Al-Rantisi de Gaza, con escondites de armas y una ruta de guardia en árabe para los rehenes israelíes, pero rápidamente se demostró que la ruta no era más que un calendario inocuo . .
El mayor objetivo de Israel era el hospital al-Shifa, el centro médico más importante de Gaza. Israel publicó un vídeo generado por CGI que lo muestra sentado encima de un “centro de comando y control de Hamas” subterráneo. Las afirmaciones fueron una vez más crédulamente difundidas por los medios occidentales, aunque el búnker de Hamás nunca fue encontrado.
Sin embargo, estas mentiras cumplieron su propósito. Incluso cuando Israel destruyó los hospitales de Gaza y negó la entrada de ayuda médica, dejando a Gaza sin forma alguna de tratar a los hombres, mujeres y niños mutilados por los implacables bombardeos de Israel, los medios de comunicación desviaron su atención de estos crímenes demasiado obvios contra la humanidad.
En cambio, como esperaba Israel, los periodistas gastaron sus energías persiguiendo pistas falsas, tratando de verificar cada mentira individual.
La premisa de trabajo de los medios parecía ser que, si se confirmara el más mínimo indicio de complicidad entre Hamás y un solo hospital o médico en Gaza, la campaña de Israel para borrar todas las instalaciones médicas en el enclave y negar atención médica a 2,3 millones de personas atrapadas en su los campos de exterminio estarían justificados.
En particular, ninguno de los médicos occidentales de alto nivel que se ofrecieron como voluntarios en Gaza informó al regresar a casa haber visto alguna señal de los “terroristas de Hamas” armados que se arrastraban de manera prominente por todos los hospitales en los que habían trabajado.
Estos médicos occidentales rara vez fueron entrevistados por los medios de comunicación como contrapunto a la interminable desinformación de Israel, que creó la racionalización para que Israel arrasara los hospitales y centros médicos de Gaza con total abandono.
Los soldados invadieron los hospitales uno tras otro, destruyendo las salas, los quirófanos y las unidades de cuidados intensivos.
Cada “evacuación” forzosa creó su propio rastro de miseria. Los bebés prematuros eran dejados morir de hambre o congelados dentro de sus incubadoras. Los enfermos críticos fueron obligados a levantarse de sus camas. Las ambulancias que intentaban recogerlos volaron por los aires. Y en cada ocasión, el personal médico de Gaza fue detenido, despojado de sus ropas y desaparecido.
Los periodistas occidentales también mostraron poco interés en el descubrimiento de cadáveres no identificados en fosas comunes en terrenos hospitalarios después de que los soldados israelíes terminaron sus ataques: cuerpos que habían sido decapitados o mutilados, o que mostraban indicios de haber sido enterrados vivos.
Por estas razones y más, la Oficina de Derechos Humanos de la ONU concluyó la semana pasada que los hospitales de Gaza, “el único santuario donde los palestinos deberían haberse sentido seguros, de hecho se convirtieron en una trampa mortal”.
De manera similar, el funcionario de la Organización Mundial de la Salud, Rik Pepperkorn, observó : “El sector de la salud está siendo desmantelado sistemáticamente”. La OMS está buscando en el extranjero tratamiento urgente que salve la vida de más de 12.000 personas, añadió. "Al ritmo actual, se necesitarían entre cinco y diez años para evacuar a todos estos pacientes críticos".
En otra declaración la semana pasada, dos expertos de la ONU advirtieron que la detención arbitraria de Abu Safiya era “parte de un patrón de Israel de bombardear, destruir y aniquilar por completo continuamente la realización del derecho a la salud en Gaza”.
Señalaron que, además de las redadas masivas, hasta el momento al menos 1.057 profesionales médicos y de salud palestinos habían sido asesinados.
La verdad es que la nueva campaña de desinformación de Israel, mejor financiada, no resultará más eficaz que las existentes.
Avi Cohen-Scali, jefe del Ministerio de Israel para combatir el antisemitismo, dijo que una década de programas de este tipo contra lo que Israel llama su "deslegitimación" -es decir, la exposición de su apartheid y ahora carácter genocida- había dado "resultados casi nulos".
Dijo a los medios israelíes : "Esta actividad ha fracasado en todos los parámetros imaginables".
Será imposible borrar la realidad de un genocidio. En los próximos meses, saldrán a la luz más atrocidades israelíes, nuevas e históricas. Más organizaciones y académicos legales y de derechos humanos concluirán que Israel ha cometido un genocidio en Gaza.
La Corte Penal Internacional (CPI) emitirá más órdenes de arresto por crímenes de guerra, tras las dictadas contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, y su exministro de Defensa, Yoav Gallant.
El fin de semana, un soldado israelí que estaba de vacaciones en Brasil se vio obligado a huir del país después de que le advirtieran que estaba bajo investigación .
Pero hay más. Las principales organizaciones y académicos de derechos humanos tendrán que reformular su comprensión histórica tanto de Israel como de su ideología fundadora, el sionismo. Tendrán que reconocer que este genocidio no surgió de la nada.
La trayectoria comenzó cuando el sionismo se estableció como un movimiento colonial hace más de un siglo. Continuó cuando se creó Israel mediante una operación de limpieza étnica masiva contra la población palestina nativa en 1948. Y cobró velocidad en 1967 cuando Israel formalizó su sistema de apartheid, diseñando derechos separados para judíos y palestinos y obligando a los palestinos a vivir en guetos cada vez más reducidos.
Si no se controlaba, el destino final de Israel siempre fue el genocidio. Es una compulsión ideológica arraigada en las nociones israelíes de supremacía étnica y de ser elegido.
La semana pasada, ocho legisladores del comité de asuntos exteriores y defensa del parlamento israelí escribieron al nuevo ministro de defensa, Israel Katz, exigiéndole que ordenara la destrucción de las últimas fuentes de agua, alimentos y energía en el norte de Gaza.
Fue precisamente la actual hambruna de la población de Gaza por parte de Israel lo que llevó a que Netanyahu y Gallant fueran acusados de crímenes contra la humanidad.
Mientras tanto, la destrucción del hospital Kamal Adwan despeja el terreno para una nueva política en el norte de Gaza: lo que Israel llama escalofriantemente “ chernobilización ”.
La política, que lleva el nombre del reactor nuclear soviético de Chernobyl, considera la presencia palestina en Gaza como una amenaza comparable a la fuga radiactiva de 1986. El objetivo del ejército es borrar toda la infraestructura palestina sobre y bajo tierra, haciéndose eco de los esfuerzos de emergencia soviéticos para contener la radiación de Chernobyl.
¿A dónde lleva esto?
Louise Wateridge, oficial superior de emergencias de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos, señaló el fin de semana que Israel estaba acelerando el colapso social total de Gaza al expulsar a la Unrwa del enclave.
La legislación israelí que entrará en vigor a finales de este mes impedirá que la agencia para los refugiados opere en Gaza para proporcionar a las familias los pocos alimentos y refugio disponibles, dado el bloqueo de ayuda de Israel.
Además, ante la falta de hospitales, privará a Gaza de sus últimos servicios de salud significativos. Wateridge señaló: “La Unrwa realiza unas 17.000 consultas de salud al día en la Franja de Gaza. Es imposible que otra agencia reemplace eso”.
El peligro que ella subraya es que Gaza se vuelva completamente anárquica. Las familias se enfrentarán no sólo a las bombas, los drones asesinos y el programa de hambruna de Israel, sino también al gobierno distópico de las bandas criminales.
Esto es exactamente lo que Israel pretende para Gaza. Como reveló un informe publicado en Haaretz la semana pasada, tras la “Chernobilización” del norte de Gaza, Israel está reflexionando sobre planes para permitir que dos grandes familias criminales palestinas gobiernen el sur. Es probable que sean las mismas bandas que están saqueando los pocos camiones de ayuda que Israel permite entrar a Gaza, ayudando a Israel a privar a la población de alimentos y agua.
La visión de Israel para el futuro de Gaza es un cruce post-apocalíptico entre la franquicia cinematográfica Mad Max y la novela The Road de Cormac McCarthy .
La trayectoria hacia el genocidio podría haber estado integrada en la codificación del sionismo, pero ha sido tarea de los líderes occidentales, los medios de comunicación, el mundo académico, los grupos de expertos e incluso las organizaciones de derechos humanos pretender lo contrario.
Han pasado décadas manteniendo la línea en lo que hace mucho tiempo debería haber sido una narrativa occidental completamente desacreditada: que Israel fue siempre sólo un santuario para los judíos contra el antisemitismo, que es "la única democracia en el Medio Oriente", que su ocupación es en gran medida benigno y sus asentamientos ilegales una medida de seguridad necesaria, y que el ejército israelí es “el más moral del mundo”.
Esas ficciones se están deshaciendo más rápido de lo que la desinformación de Israel puede esperar para volver a unirlas.
Entonces, ¿por qué hacer más? Porque la “guerra de la conciencia” de Israel no está dirigida principalmente a usted y a mí. Está dirigido a los líderes occidentales. Esto no es para persuadirlos de nada; El primer ministro británico, Keir Starmer, sabe muy bien que se está produciendo un genocidio en Gaza, al igual que Donald Trump, el presidente entrante de Estados Unidos.
Simplemente no les importa, sobre todo porque no se puede alcanzar la cima de un sistema político occidental a menos que se esté preparado para pensar sociopáticamente sobre el mundo. Hay un complejo industrial militar occidental que se estanca y corporaciones occidentales a las que dar servicio y que esperan mantener su dominio sobre la extracción global de recursos.
Por eso, en los últimos días de su presidencia, sin votos que ganar, Joe Biden abandonó la intención de “trabajar incansablemente por un alto el fuego” o exigir que Israel envíe al menos 350 camiones de ayuda por día. En cambio, ha anunciado como regalo de despedida a Israel otros 8.000 millones de dólares en armas, incluidas municiones para aviones de combate y helicópteros de ataque.
No, el objetivo de la campaña de desinformación de Israel es proporcionar una tapadera. Es enturbiar las aguas lo suficiente como para oscurecer el apoyo de los líderes occidentales al genocidio; darles una excusa para seguir enviando armas y ayudarlos a evadir un juicio por crímenes de guerra en La Haya.
El objetivo es una “negación plausible”: poder afirmar que lo que era obvio no lo era demasiado, que lo que era conocido por los espectadores comunes no estaba claro para quienes participaban directamente.
Los líderes occidentales saben que Israel ha arrastrado a Abu Safiya –uno de los grandes curanderos de Gaza– a uno de sus campos de tortura, donde es casi seguro que lo matarán de hambre, lo golpearán intermitentemente, lo humillarán y lo aterrorizarán, como a los demás reclusos.
El trabajo de Israel ahora es debilitar y destruir su resiliencia física y mental, del mismo modo que ha desmantelado los hospitales de Gaza.
El objetivo de Israel no es erradicar a “los terroristas”. Es convertir Gaza en un páramo, en un infierno, en el que nadie bueno, nadie a quien le importe, nadie tratando de aferrarse para que su humanidad pueda sobrevivir. Un lugar donde los médicos no existen, los trabajadores humanitarios son un recuerdo y la compasión es una carga; un lugar donde gobiernan los tanques y las bandas criminales.
El trabajo de la clase política y mediática occidental es hacer que todo esto parezca lo más rutinario y normal posible. Su trabajo es adormecernos por dentro, vaciar nuestra capacidad de preocuparnos o resistir, dejarnos entumecidos. Debemos demostrar que están equivocados, por el bien del Dr. Abu Safiya y por el nuestro.
Jonathan Cook
artículo original en:
https://www.jonathan-cook.net/2025-01-08/dr-abu-safiya-gaza-israel/
NOTA AOS LEITORES :
Não é costume eu reproduzir na íntegra uma notícia, um artigo. Mas, abro aqui uma exceção com o artigo de Jonathan Cook, pois o assunto é demasiado sério. Todas as pessoas que leem este blog, sabem que tenho determinada posição ideológica e que não a escondo, embora não escreva por proselitismo, para fazer adeptos.
Com efeito, vejo demasiados sinais de um fascismo na sua pior versão - a que esconde a sua própria matriz e se reveste das aparências de democracia - que me obrigam a colocar debaixo dos olhos dos meus leitores realidades muito incómodas e perturbadoras, mas que não se podem ignorar.
É nossa responsabilidade tudo fazer para combater e acabar com este vírus ideológico, que corresponde à pior espécie de desprezo pelo ser humano. Eu sinto-me pessoalmente agredido por aquilo que se passa atualmente em Gaza, nos Território da Margem Ocidental, em Israel... mas também, na sociedade europeia e ocidental.
A indiferença face às injustiças mais flagrantes, à tortura, ao massacre de inocentes, à expulsão violenta de pessoas da terra que sempre foi sua, à destruição de vidas, tudo isso de forma premeditada e ostensiva... Com o «Ocidente» muito calmo a assistir ao «espetáculo» (como se isto fosse um espetáculo!) ou pior, a apoiar, fornecendo armas, censurando as denúncias dos crimes de guerra, perseguindo os que defendem a causa de uma Palestina independente, como se fossem estes, os criminosos???
Repudio esta «cultura», a «civilização» da hipocrisia, da duplicidade de critérios, da falsa preocupação com os direitos humanos.
Haverá algo mais monstruoso do que a conivência cobarde perante um crime contra a humanidade? Quando não apenas permitem, mas encorajam a exportação de armas para Israel, sabendo que elas vão servir para continuar o genocídio de um povo??? E não me digam que só os governos ocidentais são responsáveis; eles são criminosos, mas os que aprovam o genocídio (quer o proclamem, quer fiquem silenciosos) também o são e, além disso, são cobardes que só merecem desprezo.
Nesse complexo, a media ao serviço do poder - tanto na Grã Bretanha como na Europa continental - tem apresentado da maneira pior possível a Resistência palestiniana e tem inocentado ou ocultado os crimes do exército sionista. Este comportamento faz dela corresponsável pelos crimes cometidos pelas forças sionistas.
Pensem como seria, se a média corporativa denunciasse a campanha de extermínio de um povo, como horror e crime inqualificável. O horror do genocídio dos palestinianos, só tem paralelo com outros genocídios: Como dos Khmers Vermelhos contra seu próprio povo, dos Turcos em relação aos Arménios e dos Nazis em relação aos Judeus, Ciganos e minorias políticas e sociais. A «solução final» para os palestinianos está a ser implementada agora, no contexto da III Guerra Mundial.
As pessoas de espírito reto, com sentido de justiça, devem acordar e perceber a monstruosidade do que se está a passar: Calar é consentir.
Manuel Banet
How the War on Gaza Exposed Israeli and Western Fascism
Material and rhetorical support for the genocide of the Palestinian people is everywhere. It’s time to ask why
Nearly a year into the world’s first live-streamed genocide – which began in Gaza, and is rapidly expanding into the occupied West Bank – the establishment western media still avoid using the term “genocide” to describe Israel’s rampage of destruction.
The worse the genocide gets, the longer Israel’s starvation-blockade of the enclave continues, the harder it gets to obscure the horrors – the less coverage Gaza receives.
The worst offender has been the BBC, given that it is Britain’s only publicly funded broadcaster. Ultimately, it is supposed to be accountable to the British public, who are required by law to pay its licence fee.
This is why it has been beyond ludicrous to witness the billionaire-owned media froth at the mouth in recent days about “BBC bias” – not against Palestinians, but against Israel. Yes, you heard that right.
We are talking about the same “anti-Israel” BBC that just ran yet another headline – this time after an Israeli sniper shot an American citizen in the head – that managed somehow, once again, to fail to mention who killed her. Any casual reader risked inferring from the headline “American activist shot dead in occupied West Bank” that the culprit was a Palestinian gunman.
After all, Palestinians, not Israel, are represented by Hamas, a group “designated as a terrorist organisation” by the British government, as the BBC helpfully keeps reminding us.
And it is the supposedly “anti-Israel” BBC that last week sought to stymie efforts by 15 aid agencies known as the Disasters Emergency Committee (DEC) to run a major fundraiser through the nation’s broadcasters.
No one is under any illusions about why the BBC is so unwilling to get involved. The DEC has chosen Gaza as the beneficiary of its latest aid drive.
The committee faced the very same problem with the BBC back in 2009, when the corporation refused to take part in a Gaza fundraiser on the extraordinary pretext that doing so would compromise its rules on “impartiality”.
Presumably, in the BBC’s eyes, saving the lives of Palestinian children reveals a prejudice that saving Ukrainian children’s lives does not.
In its 2009 attack, Israel killed “only” 1,300 or so Palestinians in Gaza, not the many tens of thousands – or possibly hundreds of thousands, no one truly knows – it has this time around.
Famously, the late, independent-minded Labour politician Tony Benn broke ranks and defied the BBC’s DEC ban by reading out details of how to donate money live on air, over the protests of the show’s presenter. As he pointed out then, and it is even truer today: “People will die because of the BBC’s decision.”
According to sources within both the committee and the BBC, the corporation’s executives are terrified – as they were previously – of the “backlash” from Israel and its powerful lobbyists in the UK if it promotes the Gaza appeal.
A spokesperson for the BBC told Middle East Eye that the fundraiser did not meet all the established criteria for a national appeal, despite the DEC’s expert opinion that it does,but noted the possibility of broadcasting an appeal was “under review”.
The reason Israel is able to carry out a genocide, and western leaders are able to actively support it, is precisely because the establishment media constantly pulls its punches – very much in Israel’s favour.
Readers and viewers are given no sense that Israel is carrying out systematic war crimes and crimes against humanity in Gaza and the occupied West Bank, let alone a genocide.
Journalists prefer to frame events as a “humanitarian crisis” because this strips away Israel’s responsibility for creating the crisis. It looks at the effects, the suffering, rather than the cause: Israel.
Worse, these same journalists constantly throw sand in our eyes with nonsensical counter-claims to suggest that Israel is actually the victim, not the perpetrator.
Take, for example, the new “study” into supposed BBC anti-Israel bias, led by a British lawyer based in Israel. A faux-horrified Daily Mail warned over the weekend that the “BBC is FOURTEEN times more likely to accuse Israel of genocide than Hamas … amid growing calls for inquiry”.
But read the text, and what’s truly stunning is that over the selected four-month period, the BBC associated Israel with the term “genocide” only 283 times – in its massive output across many television and radio channels, its website, podcasts and various social media platforms, which serve myriad populations at home and abroad.
What the Mail and other right-wing attack-dog media don’t mention is the fact that none of those references would have been the BBC’s own editorialising. Even Palestinian guests who try to use the word on its shows are quickly shut down.
Many of the references would have been BBC News reporting on a case filed by South Africa at the International Court of Justice, which is investigating Israel for what the world’s top court termed in January to be a “plausible” risk of genocide in Gaza.
Regrettably for the BBC, it has been impossible to report that story without mentioning the word “genocide”, because it lies at the heart of the legal case.
What should, in fact, astound us far more is that an active genocide, in which the West is fully complicit, was mentioned by the BBC’s globe-spanning media empire a total of only 283 times in the four months following 7 October.
The World Court’s preliminary ruling on Israel’s genocide is vital context that should be front and centre of every media story on Gaza. Instead, it is usually unmentioned, or hidden at the end of reports, where few will read about it.
The BBC infamously gave barely any coverage to the genocide case presented in January to the World Court by South Africa, which the panel of judges found to be “plausible”. On the other hand, it broadcast the entirety of Israel’s defence to the same court.
Now, after this latest campaign of intimidation by the billionaire-owned media, the BBC will likely be even less willing to mention the genocide – which is precisely the aim.
What should have stunned the Mail and the rest of the establishment media far more is that the BBC broadcast 19 references to a Hamas “genocide” in the same four-month period.
The idea that Hamas is capable of a “genocide” against Israel, or Jews, is as divorced from reality as the fiction that it “beheaded babies” on 7 October or the claims, still lacking any evidence, that it committed “mass rape” on that day.
Hamas, an armed group numbering thousand of fighters, currently pinned down in Gaza by one of the strongest armies in the world, is quite incapable of committing a “genocide” of Israelis.
This is, of course, why the World Court is not investigating Hamas for genocide, and why only Israel’s most fanatic apologists, including the western media, run with fake news either that Hamas is committing a genocide, or that it is conceivable it may try to do so.
No one really takes seriously claims of a Hamas genocide. The tell was the world’s stunned reaction when the group managed to escape from the concentration camp that is Gaza for a single day on 7 October and wreak so much death and havoc.
The idea that Hamas could do anything worse than that – or even repeat the attack – is simply delusional. The best Hamas can do is wage a guerrilla war of attrition against the Israeli military from its underground tunnels, which is precisely what it is doing.
Here’s another statistic worth highlighting from the recent “study”: in the same four-month period, the BBC used the term “crimes against humanity” 22 times to describe the atrocities committed by Hamas on one day last October, compared with only 15 times to describe Israel’s even worse atrocities committed continuously over the past year.
The ultimate effect of the latest media furore is to increase pressure on the BBC to make even larger concessions to the self-serving, right-wing political agenda of the billionaire-owned media and the corporate interests of the war machine it represents.
The state broadcaster’s job is to set limits on allowable thought for the British public – not on the right, where that role falls to papers such as the Mail and the Telegraph, but on the other side of the political spectrum, on what is misleadingly referred to as “the left”.
The BBC’s task is to define what is acceptable speech and action – meaning acceptable to the British establishment – by those seeking to challenge its domestic and foreign policy.
Twice in living memory, progressive left-wing opposition leaders have emerged: Michael Foot in the early 1980s, and Jeremy Corbyn in the late 2010s. On both occasions, the media have united as one to vilify them.
That should surprise no one. Making the BBC a whipping boy – denouncing it as “left-wing” – is a form of permanent gaslighting designed both to make Britain’s extreme right-wing media seem centrist, and to normalise the drive to push the BBC ever further rightwards.
Over decades, the billionaire-owned media have crafted in the public’s mind the idea that the BBC defines the extreme end of supposedly “left-wing” thought. The more the corporation can be pushed to the right, the more the left faces an unwelcome choice: either follow the BBC rightwards, or become universally reviled as the loony left, the woke left, the Trot left, the militant left.
Bolstering this self-fulfilling argument, any protests by BBC staff can be deduced by the journalist-servants of Rupert Murdoch and other press tycoons as further proof of the corporation’s left-wing or Marxist bias.
The media system is rigged, and the BBC is the perfect vehicle for keeping it this way.
What the BBC and the rest of the mainstream media are downplaying are not just the facts of Israel’s genocide in Gaza, but also the obvious genocidal intent of Israeli leaders, the country’s wider society, and its apologists in the UK and elsewhere.
It should not be up for debate that Israel is committing a genocide in Gaza, when everyone from its prime minister down has told us that this is very much their intent.
The examples of such genocidal statements by Israeli leaders filled pages of South Africa’s case to the World Court.
Just one example: Prime Minister Benjamin Netanyahu denounced the Palestinians as “Amalek” – a reference to a biblical story well known to every Israeli schoolchild, in which the Israelites are ordered by God to wipe an entire people, including their children and livestock, off the face of the earth.
Anyone engaged on social media will have faced a battery of similarly genocidal statements from mostly anonymous supporters of Israel.
Those genocide cheerleaders recently gained a face – two, in fact. Video clips of two Israelis, podcasting in English under the name “Two Nice Jewish Boys”, have gone viral, showing the pair calling for the extermination of every last Palestinian man, woman and child.
One of the podcasters said that “zero people in Israel” care whether a polio outbreak caused by Israel’s destruction of Gaza’s water, sewage and heath facilities ends up killing babies, noting that Israel’s agreement to a vaccination campaign is driven purely by public relations needs.
In another clip, the podcasters agree that Palestinian hostages in Israeli prisons deserve to be “executed by shoving too large of an object up their butts”.
They also make clear that they would not hesitate to press a genocide button to wipe out the Palestinian people: “If you gave me a button to just erase Gaza – every single living being in Gaza would no longer be living tomorrow – I would press it in a second … And I think most Israelis would. They wouldn’t talk about it like I am, they wouldn’t say ‘I pressed it’, but they would press it.”
It is easy to get alarmed over such inhuman comments, but the furore generated by this pair is likely to deflect from a more important point: that they are utterly representative of where Israeli society is right now. They are not on some depraved fringe. They are not outliers. They are firmly in the mainstream.
The evidence is not just in the fact that Israel’s citizen army is systematically beating and sodomising Palestinian prisoners, sniping Palestinian children in Gaza with shots to the head, cheering the detonation of universities and mosques, desecrating Palestinian bodies, and enforcing a starvation-blockade on Gaza.
It is in the welcoming of all this relentless depravity by wider Israeli society.
After a video emerged of a group of soldiers sodomising a Palestinian prisoner at Israel’s Sde Teiman torture camp, Israelis rallied to their side. The extent of the prisoner’s internal injuries required him to be hospitalised.
In the aftermath, Israeli pundits – educated “liberals” – sat in TV studios discussing whether soldiers should be allowed to make their own decisions about whether to rape Palestinians in detention, or whether such abuses should be organised by the state as part of an official torture programme.
One of the soldiers accused in the gang rape case chose to cast off his anonymity after being championed by journalists who interviewed him. He’s now treated as a minor celebrity on Israeli TV shows.
Polls show that the vast majority of Jewish Israelis either approve of the razing of Gaza, or want even more of it. Some 70 percent want to ban from social media platforms any expressions of sympathy for civilians in Gaza.
None of this is really new. It all just got a lot more ostentatious after Hamas’s attack on 7 October.
After all, some of the most shocking violence that day occurred when Hamas fighters stumbled onto a dance festival close to Gaza.
The brutal imprisonment of 2.3 million Palestinians, and the 17-year blockade denying them the essentials of life and any meaningful freedoms, had become so normal to Israelis that hip, freedom-loving Israeli youngsters could happily hold a rave so close to that mass of human suffering.
Or as one of the Two Nice Jewish Boys observed of his feelings about life in Israel: “It’s nice to know that you’re dancing in a concert while hundreds of thousands of Gazans are homeless, sitting in a tent.” His partner interrupted: “Makes it even better … People enjoy knowing they [Palestinians in Gaza] are suffering.”
This monstrous indifference to, or even pleasure in, the torture of others isn’t restricted to Israelis. There’s a whole army of prominent supporters of Israel in the West who confidently act as apologists for Israel’s genocidal actions.
What unites them all is the Jewish supremacist ideology of Zionism.
In Britain, Chief Rabbi Ephraim Mirvis has not spoken out against the mass slaughter of Palestinian children in Gaza, nor has he kept quiet about it. Instead, he has given Israel’s war crimes his blessing.
Back in mid-January, as South Africa began making public its case against Israel for genocide that the World Court found “plausible”, Mirvis spoke at a public meeting, where he referred to Israel’s operations in Gaza as “the most outstanding possible thing”.
He described the troops clearly documented committing war crimes as “our heroic soldiers” – inexplicably conflating the actions of a foreign, Israeli army with the British army.
Even if we imagine he was truly ignorant of the war crimes in Gaza eight months ago, there can be no excuses now.
Yet, last week, Mirvis spoke out again, this time to berate the British government for imposing a very partial limit on arms sales to Israel after it received legal advice that such weapons were likely being used by Israel to commit war crimes.
In other words, Mirvis openly called for his own government to ignore international law and arm a state committing war crimes, according to UK government lawyers, and a “plausible genocide”, according to the World Court.
There are apologists like Mirvis in influential posts across the West.
Appearing on TV late last month, his counterpart in France, Haim Korsia, urged Israel to “finish the job” in Gaza, and backed Netanyahu, who the International Criminal Court’s chief prosecutor is pursuing for war crimes.
Korsia refused to condemn Israel’s killing of at least 41,000 Palestinians in Gaza, arguing that those deaths were “not of the same order” as the 1,150 deaths of Israelis on 7 October.
He clearly meant Palestinian lives were not as important as Israeli lives.
Nearly 30 years ago, Israeli sociologist Dan Rabinowitz published a book, Overlooking Nazareth, that argued Israel was a far more profoundly racist society than was widely understood.
His work has taken on a new relevance – and not just for Israelis – since 7 October.
Back in the 1990s, as now, outsiders assumed that Israel was divided between the religious and secular, the traditional and modern; between vulgar recent immigrants and more enlightened “veterans”.
Israelis often see their society split geographically too: between peripheral communities where popular racism flourishes, and a metropolitan centre around Tel Aviv where a sensitive, cultured liberalism predominates.
Rabinowitz tore this thesis to shreds. He took as his case study the small Jewish city of Nazareth Illit in northern Israel, renowned for its extreme right-wing politics, including support for the fascist movement of the late Rabbi Meir Kahane.
Rabinowitz ascribed the city’s politics chiefly to the fact that it had been built by the state on top of Nazareth, the largest community of Palestinians in Israel, specifically to contain, control and oppress its historic neighbour.
His argument was that the Jews of Nazareth Illit were not more racist than the Jews of Tel Aviv. They were simply far more exposed to an “Arab” presence. In fact, given the fact that few Jews chose to live there, they were heavily outnumbered by their “Arab” neighbours. The state had placed them in a direct, confrontational competition with Nazareth for land and resources.
The Jews of Tel Aviv, by contrast, almost never came across an “Arab” unless it was in a servant’s role: as a waiter or a worker on a building site.
The difference, noted Rabinowitz, was that the Jews of Nazareth Illit were confronted with their own racism on a daily basis. They had rationalised and become easy with it. Jews in Tel Aviv, meanwhile, could pretend they were open-minded because their bigotry was never meaningfully tested.
Well, 7 October changed all that. The “liberals” of Tel Aviv were suddenly confronted by an unwelcome, avenging Palestinian presence inside their state. The “Arab” was no longer the oppressed, tame, servile one they were used to.
Unexpectedly, the Jews of Tel Aviv felt a space they believed to be theirs exclusively being invaded, just as the Jews of Nazareth Illit had felt for decades. And they responded in exactly the same way. They rationalised their inner fascist. Overnight, they became comfortable with genocide.
That sense of invasion extends beyond Israel, of course.
On 7 October, Hamas’s surprise assault wasn’t just an attack on Israel. The breakout by a small group of armed fighters from one of the largest and most heavily fortified prisons ever built was also a shocking assault on western elites’ complacency – their belief that the world order they had built by force to enrich themselves was permanent and inviolable.
7 October severely shook their confidence that the non-western world could be contained forever; that it must continue to do the West’s bidding, and that it would remain enslaved indefinitely.
Just as it has with Israelis, the Hamas attack quickly exposed the little fascist within the West’s political, media and religious elite, who had spent a lifetime pretending to be the guardians of a western civilising mission – one that was enlightened, humanitarian and liberal.
The act worked, because the world was ordered in such a way that they could easily pretend to themselves and others that they stood against the barbarism of the Other.
The West’s colonialism was largely out of sight, devolved to globe-spanning, exploitative, environmentally destructive western corporations and a network of some 800 US overseas military bases, which were there to kick ass if this new arms-length economic imperialism encountered difficulties.
Whether intentionally or not, Hamas tore off the mask of that deception on 7 October. The pretence of an ideological rift between western leaders on the right and a supposed “left” evaporated overnight. They all belonged to the same war party; they all became devotees of the genocide party.
All have clamoured for Israel’s supposed “right to defend itself” – in truth, its right to continue decades of oppression of the Palestinian people – by imposing a blockade on food, water and power to Gaza’s 2.3 million inhabitants.
All actively approve arming Israel’s slaughter and maiming of tens of thousands of Palestinians. All have done nothing to impose a ceasefire apart from paying lip service to the notion.
All seem readier to tear up international law and its supporting institutions than to enforce it against Israel. All denounce as antisemitism the mass protests against genocide, rather than denouncing the genocide itself.
7 October was a defining moment. It exposed a monstrous barbarity with which it is hard to come to terms. And we won’t, until we face a difficult truth: that the source of such depravity is far closer to home than we ever imagined.